gotas carmesí… | microrelatos

aliciarecortada

 

“Alicia”, repetía una y otra vez en estado de trance.

“Alicia”, suspiraba mientras la camilla rodaba briosa entre las caras perplejas.

Ella estaba ahí, como en un sueño sin noche,
apoderándose de su mente.

Las crudas instantáneas de los últimos minutos no le daban paz a su inminente descanso.

Sólo una brillante gota roja en el filo metálico,
se liberaba de ese oscuro recuerdo en blanco y negro.

Soñar en colores no es para todos.

Será por eso que esta última quimera, mostraba furiosa un gris apagado.

Sólo unas melancólicas gotas carmesí;
en las inocentes manos de su amada Alicia.

 

 

*Imagen de wallpapers.com

 

en viaje… | microrelatos

 warehouse

 

El auto se detuvo y el pánico se apoderó de él.

Su cuerpo tenía todavía frescas las heridas del recuerdo.

Esperaba lo peor. Temblaba en silencio.
Salpicando de odio sus venas y de terror la alfombra de ese oscuro maletero.
Sin embargo el baúl nunca se abrió.

Sólo escuchaba ruidos de tránsito, voces acalladas y bocinazos lejanos.

El calor de la esperanza le recorrió el cuerpo.
Creía que todo había pasado, que el tormento al fin había cesado.

Quiso gritar pero la cinta que tapaba su boca era mucho más fuerte que su aliento.
Intentó golpear el vehículo con todas sus fuerza, pero era inútil,
nadie parecía escucharlo.

La gente, misteriosamente ajena, seguía con su vida,
con la inercia de la rutina.

Media hora más tarde escuchó una puerta que se cerraba
y el coche que arrancaba.

Todo comenzaría de nuevo, los golpes,
las torturas,
el miedo.

 

 

la plaza… | microrelatos

bench

 

Leía tranquilo, mientras un tibio sol de octubre se adueñaba de la plaza de San Marcos.

El viento lo peinaba con suaves caricias que se llevaban, brisa a brisa,
todas las presiones y las cargas de la vida de prestado; que vivía como un santo.

La voz de la anciana le robó el alma de un pedazo.

– Te importaría cuidarme el bolso, que voy al baño. –dijo con total naturalidad.

No supo si era el tono de su voz, o la paz que imponía su mirada,
pero en custodio del bolso se convirtió,
mientras la extraña señora se alejaba,
sencilla, pura, inocente.

Ya no podía concentrarse en su lectura.
Ese pequeño bolso se hizo dueño de la tarde mientras lo acechaba calmo,
a su lado.

Algo lo intrigaba, lo atrapaba.

El bolso era todo, el dueño de ese banco.
El rey de la plaza de San Marcos.

¿Qué misterios contendría?
¿Qué cosas maravillosas se encontrarían en su interior?
Su mente estaba perdida en el bolso,
investigándolo con toda la fuerza de su imaginación.

La gente, presa de la inercia cotidiana, pasaba de largo.
Sin notarlo a él, ni al bolso,
ni a su mágico encanto.

Cuando decidió volver a la lectura,
custodiando el pequeño bolso de reojo,
escuchó lo último que recordaría en vida.

Un fuerte silbido en el oído izquierdo,
que los demás tradujeron a un estruendo.

Ese estruendo que todos recuerdan como la terrible bomba,
que una tarde de octubre,
transformó la plaza de San Marcos
en poco más que un hueco.

 

 

*Imagen de 8tracks.com