Él tenía un poder único.
Algo que la humanidad entera hubiera deseado.
Tenía el don de generar los más vivos recuerdos y creerlos como si fueran ciertos.
Cada pensamiento, cada deseo, cada sueño, cada anhelo;
inmediatamente se veían transformados en la onírica pureza de un recuerdo.
Tenía incluso la libertad de descartar todo lo que no le fuera enteramente placentero.
De esta forma, vivía como suyos, miles de momentos;
que si bien nunca habían sucedido,
no dejaban de ser ciertos.
Así, inventando y creyendo.
Creando y sintiendo, todos sus recuerdos;
se dio cuenta que al final,
la vida no es más que un puñado de momentos.
Y que todos podemos vivir como queremos.
* Foto de thegospelcoalition.org